Las vivencias y tonterías que le suceden a un erasmus cualquiera contadas en un blog para darse importancia a sí mismo, que al final y al cabo es la finalidad de todo blog.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Coleccionando cosas que no necesitas, pero que son gratis.

Lo primero que voy a hacer es avisar de que voy a dejar de escribir entradas tan largas, saldremos ganando todos. Yo, porque no le echare tanto tiempo escribiendo unas publicaciones que nadie lee, y vosotros, porque si sois tan insensatos de leerme, no os dejareís la vista en la pantalla.


Anoche y como casi siempre, estuvimos dandole a la botella en Santa Croce, y como siempre pasa cuando se bebe allí, llega un momento en el que sale la conversación de las bicicletas. Os explico: en Florencia hay gente que regala bicis, lo que pasa que no son tan fáciles de encontrar. Por eso siempre surge la tentación de crear comandos para cazar alguno de estos personajes. Ayer no fue la excepción a esto, como tampoco fue la excepción el no hacer nada al final.

De esta manera, frustrados y furiosos cual manada de orcos de la vida, decidimos partir a dejar caer nuestros embriagados cuerpos a cualquier garito que nos diera cobijo. El problema surgió cuando, o yo me despiste, o el resto de gente se escondió, o lo que estoy contando nunca sucedió. No sé, algo raro pasó y nos quedamos nada más que tres personas. Y decidimos ir a casa del Manu que vive al lado de Santa Croce aún no sé para qué, probablemente para ver si nos abastecía de birras o nos daba por lo menos un euro para el autobus.

No importa, el motivo de por qué ibamos a su casa cuando la realidad era que habíamos quedado con Alfonso y Pedro al otro lado de la calle lo olvidamos de repente al ver aquello. Lo más precioso que puedes encontrarte en una noche de borrachera. Sí, habeís acertado: un carrito de supermercado abandonado, o si no estaba abandonado estaba sin protección (cosa que nunca entenderé). No hizo falta que dijeramos ni una palabra, los tres sabiamos que lo que teníamos que hacer era cogerlo y llevarlo a la casa más cercana, la del Manu (mierda!). Lo siguiente que pensé fue lo que todo el mundo pensaría: me subo encima bebiendo cerveza mientras me empujan, nos caemos al suelo, nos hacemos daño y ya tenemos la noche resuelta.

Realmente no sucedió todo eso, solo me subí encima y empujaron el carro hasta casa de Manu para luego subirlo. Espero que siga allí, necesito volver a verlo. Luego nos piramos de la casa para buscar a esta gente, ya que hacía media hora que habíamos quedado con ellos y no sabiamos si seguían vivos o habían sido devorados por las caníbales.

El caso es que mientras ibamos por la calle me entró un brote nacionalista y me puse a pensar que por qué el carrito estaba en casa del Manu y no en la mía, por lo que para calmarme lo pagué secuestrando un cordon de terciopelo de esos que ponen en los museos, que ahora cuelga como trofeo de guerra en mi habitación. Lo más surrealista fue que me nege a entrar con esta gente en ningún local no fuera a ser que me quisieran privar de mi nueva adquisición... bueno y también porque mis compañeras de piso me habían chorizados las llaves (aunque en realidad esto fue peor para ellas ya que cuando llegue a casa a las tantas tuvieron que aguntar el timbre de la puerta). Así que ante tal panorama decidí partir a sobarla a casa, no antes sin encontrarme con el Alfonso, que disimulando bastante mal la envidia que sentía de no tener un cordón de terciopelo rojo, se mofó de que lo llevara en el cuello como una bufanda.





En fín, me he dado cuenta que necesito una bici y un carrito. Espero que puedan aparearse y engendren un vehículo que aúne movilidad y capacidad, y desde el que además pueda disparar mi arco.


Yo también quiero un carro-bici, ¡este caballo apesta demasiado!



PD: Al cordón de terciopelo no sé que uso darle, quizás lo deje para separar la zona VIP en las fiestas del piso.

1 comentario:

  1. Me siento tan identificado con el título de esta entrada... que casi no me doy cuenta de que salgo en ella xD

    ResponderEliminar